Juro haber transitado el pentagrama, sin la mínima noción de semifusas ni confusas corcheas, ni de claves.
La mano vino de rock, pudiendo haber sido solo rabia.
Con los parlantes al mango y nuestro desencajado corazón a ritmo, el amor crudo y las caricias viceversa, pegando un cambio porque había que pegar, sobre el tambor percutiendo la cabeza y ese aburridísimo riff que se repite.
Lo demás fue de esperanza...
De balas como notas desquiciadas, bemoles en pos de justicia, explosivas redondas terroristas, insumisas notas haciéndolo todo.
Y la canción en guardia.
Así hubo que pararse en los pedales como acróbatas del ruido... tratando de turbo-distorsionar la vida, buscando otra vez el codo a codo en un síndrome de pogo solitario.
Lo demás fue de esperanza.Una especie de fe ciega en el nihilismo...
un ¡No! gigante a las costumbres
un ¡No! gritado, un ¡No! bien decidido
un desafinado ¡No! y desencajado
de las reglas que como canciones ¡No!.
Se nos pasaron los acordes como relojes en años, mutando modas, ritmos y enemigos y algún que otro balazo.
Siempre habrá un guerrillero de guitarra
por cada verso vencido y su cantor, suicidado, negociado...
Siempre quedará un poema haciendo peso plomo en la balanza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario